Decadencia del cielo

8点∀ La decadencia del cielo

Un niño, aparentemente dormido pero con los ojos abiertos, sentado en un trono rodeado de sus súbditos. Como si estuviera muerto por dentro. Intentan darle todo lo que se les ocurre, todo lo que parece estar a su alcance, pero nada le parece suficiente. Finalmente, vemos que ve un par de objetos que le llaman la atención y su mirada, antes cínica y distante, se aparta. Los toma y de repente siente algo. Se llena de alegría infantil, pero luego se aburre y vuelve a su expresión apática .

Su mirada se vuelve más fulminante cada vez que se deshace de algo. Los subordinados finalmente proponen destronar al niño y elegir un nuevo rey, pero en el intento descubren que es inmortal, pues su mirada gélida impide que nadie se acerque demasiado. Los súbditos comienzan a atacar, y con cada intento se van desmoronando, perdiendo no solo la cordura, sino también sus hogares, familias y todo lo que aman: riquezas y salud.

El niño seguía recogiendo los objetos que le traían, pero nada le parecía suficiente. Un día, una mujer vestida de negro depositó un mechón de su cabello a sus pies y su rostro se iluminó. No sabía qué sentir, pues nunca antes había sentido nada. Mientras ella se alejaba, se quedó sin palabras y las lágrimas se acumularon en su rostro sin que una sola gota cayera. Entonces, tomó el mechón y comenzó a usarlo para crear sus propias armas, empezando por un látigo.

Lo primero que el niño cogió fue un cuchillo pequeño y una hoja de carnicero, y los blandió con una sola mano. El niño parecía no tener voluntad propia. Era como si algo o alguien lo protegiera.

Ocasionalmente, lanza objetos al público y los reta a intentar matarlo... sin importar nada, deben elegir a alguien para luchar, aunque morirán. En esta prueba, toma el arma de los caídos y la lanza sobre su cabeza para ver si cae sobre él y lo mata, o si la criatura que lo protege la atrapa. En esta ocasión, la criatura divina siempre la atrapa... a menos que... no lo haga y lo mate... lo cual pone nerviosos a los presentes. Se convierten en bufones para intentar apaciguarlo, cortándose y haciendo el ridículo, pero... él no queda satisfecho.

Cuando suelta las armas, la multitud siente alivio, pero sigue en vilo.

En ocasiones, el niño emitirá un sonido, un sonido de tono suave, y el público intentará encontrar la manera de que se mantenga en ese tono para evitar verse obligado a presenciar su matanza.

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